5 de junio de 2008

Mi despedida

La vida cambia todos los días. A veces de golpe. A veces sólo un poquito. Y los giros suelen ser dolorosos.

El cambio que es estar sin mi ex pololo ha sido feroz. Decidir estar sin él, optar por abandonarlo -ya siendo ex- es uno de los pasos más grandes y dolorosos que he dado en mi vida.

Hoy trato de dar vuelta la página. Ver otras personas, ver mucho a mis amigos que tenía un poco tirados. Salir con mis amigas del cole, celebrar el matrimonio que se viene, tomar pisco, bailar música pop y comer pizza napolitana con mucho ajo.

Hace 4 meses terminamos -me patearon- pero hace sólo cerca de un mes decidí por fin tener la valentía de dejarlo. De dejarnos. No llamarlo más. Muy lentamente, tratar de necesitarlo menos. Sanarme de una enfermedad de la que, honestamente, no quería mejorar.
Pero en honor a esa sinceridad de la que hablo -y me doy el gusto de escribir sin arte ni pretensión literata y con aires más de diario de vida que de blog seudocool adolescente-, tengo que reconocer que esa enfermedad fue hermosa, que lo pasé excelente, que aún estoy en rehabilitación. Cada día es un paso más a mi favor. Un metro más lejos del recuerdo que me saca pedacitos.
Ya no me pregunto “¿Quién?” porque simplemente no me hago más preguntas. Quiero vivir lo que venga, lo que escoja, sin pensar si está bien o mal. Sin pensar en nadie más que en mí. Soy egoísta ahora. Quiero tomarme esa licencia esta vez.

El último tiempo estuvimos arrastrando al muerto que era nuestra relación. Relación de ex pololos que no se dejaban partir. Que, sin estar juntos, seguían tratándose como enamorados, al final era poco lo entregado. Mucho era lo que yo necesitaba. Cargándolo sobre nuestras espaldas con dolor, esperanza ciega y mucha ingenuidad ese muerto se descomponía y me estaba contagiando con su putrefacción.

Siempre va a ser una persona importante, alguien que me acompañó en muchos momentos cruciales y hermosos de mi vida. Quien los hizo aún más lindos.
El mejor pololo que cualquier chica querría tener. Pero eso se fue. De repente ya no estuvo más. Se gastó, se borró el color, se transformó en una rutina que fue corroyendo las ganas, el ánimo y la risa. Cuando se fue la sonrisa quedaron dos personas que cuando se miraban se decían ‘te quiero’, de corazón, de verdad, sin mentir. Pero eso ya no fue importante. Eso estaba en un plano secundario. Como en otro escenario cuyas luces nosotros mismo habíamos apagado. Ya no fuimos prioridad el uno para el otro. El cariño y hasta el amor estaban, pero no eran todo.

Quisimos convencernos de que se podría recuperar en un tiempo más, cuando tuviéramos más tiempo o ganas o luego de haber retomado las vidas de cada uno que anulamos. Y entonces, volver. Qué mentirosos fuimos. Como si no hubiéramos sabido que las relaciones no funcionan así. No sé cuál es la regla, pero ése no fue el método correcto.
El amor, cuando se siente, hay que vivirlo. Sin importar nada más.

Te voy a querer mucho, siempre. Gracias por todo lo que me diste y me enseñaste. Ahora es el momento de seguir el camino, separados. De verdad.
No te voy a pedir perdón por irme, así como tampoco te pediré explicaciones, nunca. Sólo gracias.
Adiós.