22 de julio de 2010

he volvido, iluminada...

Sí, he volvido. Gorví. Media iluminada, parece.

Un año después de mi última manifestación bloggística, la cantidad de vivencias que -hoy pienso- poco deben importarle a quienes alguna vez leyeron mis palabras, dudas y aprendizajes, son enormes.
Pesan tanto como todas las veces que fui sola al supermercado y me volví apenas caminando con las bolsas. Duelen tanto como esas noches enferma en que nadie me vino a tomar la temperatura, dar un tapsin caliente o entregarme un guatero para el dolor de ovarios. Las mañanas con caña, las noches con pena y esas tardes de domingo en que todas las amigas pololeaban y no quedaba más que salir a caminar sola, leer y leer, cocinar y limpiar el WC.
Pero también llenan.
Como esa comida que puse en mi refri al llegar del supermercado, como cuando por fin por la mañana me sentía mejor y mi mamá venía a visitarme, tanto como el libro leído sobre el pasto de la plaza de los perros y alguno de ellos se desviaba de su camino por ir a olisquear mi cara y lamer mis manos. Como esa satisfacción de sentir cada día la Calma. Conocer la Certeza. Y poder, por fin, Respirar. Disfrutar el mismo viento y el mismo ruido de la misma lluvia que vienes escuchando desde que naciste, vaya que es distinto cuando vives sola.

Cuando tus dudas que son palabras y luego aprendizajes son distintas.

En 12 meses pasan demasiadas cosas, aunque el tiempo pase volando. En un año lloras litros de lágrimas bien saladitas, subes varios kilos, aprendes a bailar, aprendes a callar y a contestar, aprendes que pedir perdón puede ser una gran elección, aprendes que querer a alguien es ser feliz cuando está feliz aunque no esté contigo, que un terremoto es más que un terremoto y un llamado a la acción, que enfrentar la muerte de un familiar es un dolor inigualable e irrepetible, que las elecciones no son una condena porque siempre puedes decidir dejar de vivirlas y dar un paso al lado, que lavar la loza y hacer la cama es y siempre será un desagrado, que perdonar -aunque sea tácita e internamente- es liberador (aunque sea un proceso demoroso), que cada día puedes sorprenderte con algo sencillo e increíble, mágico y fascinante porque es ignorable y tú lo viste.
En un año la vida cambia aunque tú seas la misma persona. A la vez, todo es igual aunque tú pienses distinto.

Pese a las contradicciones, todo calza y tiene sentido. Los recovecos, dobleces y vueltas de cada uno de los días en que nos despertamos vivos son tan terroríficos como también un motor para la acción y para levantarse aunque se esté solo. Aunque la noche haya sido fría.
Porque cada día te presentará la posibilidad de cambiar tu vida. De maravillarte y de lagrimear un poquito porque todo es más suave, intuitivo, sutil y hermoso de lo que creemos y vemos.