28 de julio de 2007

La aguja en la burbuja

Es heavy como un buen día nos damos cuenta que llevamos meses o años viviendo una mentira. Se trata de que creamos un escenario que nos acomodaba y los replicamos una y otra vez, todos los días, todo el tiempo. Porque, se supone, que nos hacía feliz. Hasta que llega otro "buen día" en que nos decimos la verdad. "Esta hueá no me gusta", "este hueón no me hace feliz", "en verdad no es tan divertido", "parece que no he dado vuelta la página".
A fin de cuentas, este día, no es más que un día como el pico. Cachai que has sido pésima y que también han sido pésimos contigo. Que la mantención de la mentira era algo bilateral y que no sabes qué mierda pasó y te aburriste de mantenerla y seguir siendo tan feliz cuando -ni siquiera tan en el fondo- eras más infeliz que la chucha.
El dolor del asuntillo aparece porque mal que mal la mentira era estable, seria, cariñosa, acogedora. Y salir de ella requiere una gran dosis de honestidad a quemarropa, fuerza de voluntad y muchos pañuelos.
No sé qué hacer cuando se rompe la burbuja.

24 de julio de 2007

De diarios, la escritura y blablá

Me he pasado años escribiendo.
Tengo dos diarios de vida escritos de principio a fin. Y un tercero a medias. No son sólo un ranking de cada niño, joven, adolescente, tipo o viejo que me gustó. No son sólo un recuento o recuerdo algo infantil de las experiencias vividas en el terreno amoroso. Se trata de mapas de vida. Pinturas imaginarias. Pinturas imaginarias hiperrealistas. Acontecimientos, dolores, cosas que nunca me atreví a decirle a nadie más que al papel.
El primero me lo regalaron en segundo básico cuando me vine de Osorno a vivir a la capital. Todos los compañeros escribieron en una o dos páginas sus sensaciones y buenos deseos al acercarse mi partida definitiva. Esos mensajes ocupaban menos de la mitad del perfumado librito made in China. Las restantes fueron usadas para retratar la convulsa llegada y difícil aclimatación a Santiago. El siguiente me lo compré en Estados Unidos hace ya once años. Es un diario pocket y la verdad es que nunca me cautivó mucho. Tal vez porque no tenía mucho espacio para escribir. No usé más de cuatro hojas.
El tercero me lo regaló mi papá para mi cumpleaños nº13. Había pasado una semana después de que se había ido de la casa y su regalo fue como un asalto a alguna tienda Village. Esquelas increíbles con sus respectivos sobres, un par de lápices a tinta beige y otro morado, un jarrito bien colorido para tomar la leche y un diario de vida anillado. Recuerdo que su llave era una tarjeta. También nos llevó a mi hermana Cuca y a mí a Fantasilandia, cosa que jamás había hecho ni habría hecho -mucho roto, según sus palabras- de no ser por la culpa que le pateaba la raja a cada rato.
Quiero detenerme en este diario pues es el que más tiempo me acompañó. Desde ese agosto de 1998 hasta febrero de 2005. Fueron 7 años de mi vida que están resumidos en cerca de 200 páginas. 7 años en los que pololeé-dejé de pololear tres veces, salí del colegio, di la PSU, entré a la universidad, lloré como loca por tonteras y cosas importantes, tomé decisiones, escondí mentiras blancas, grises y negras, pegué fotos robadas de chicos guapos del cole, inventé slogans para subirme el ánimo (algo así como una autopromoción, qué horror), dejé de ver amigas, me quedé sola, fraca, volví a empezar, escribí cuentos y crónicas -de los que hoy me avergüenzo, claro- escribí mi testamento y me enamoré del hombre que me acompaña hasta hoy.
En febrero del año 2005 escribí la última página del diario nº3. En esa página y su contratapa interna conté que había conocido a un tipo al que quería volver a ver. En cierto modo siento que le pedí a la Fortuna que me lo trajera de vuelta. Como respondiendo a esta suerte de plegaria en tinta, nos juntamos una tarde en la Plaza Camilo Mori de Bellavista y nunca más nos separamos. Así, ese diario significó el cierre de siete años de crecimiento a través de una apertura hacia la vida de niña "grande". Fue el prólogo de lo que vendría después. Fue sólo un primer párrafo reflejado en un libro que ese verano cerré para levantar la mirada y empezar a vivir fuera del papel.
El cuarto diario que tengo también me lo regaló mi papá. No sé qué diablos pretende suplir con la fijación por regalarme diarios de vida. Pero bueno, en honor a la verdad, no se trata exactamente de un diario pues no tiene candado. Supongo que un requisito fundamental para que un cuaderno cualquiera sea un Diario de Vida es que sea privado, cerrado, y es eso lo que, justamente, lleva a los hermanos a querer leerlos. En fin, durante mucho tiempo no me atreví a inaugurarlo. Necesitaba un oneliner. Necesitaba un suceso importante que desencadenara la avalancha de letras, vivencias y confesiones. Y resulta que mi vida está lejos de ser una frase cool. Mi vida es más parecida a una oración larga y con los verbos en pasivo. Llevaba sobre la espalda el rotundo -pero momentáneo- fracaso de mi idilio amoroso de la plaza de Bellavista. Y un lápiz me pesaba mucho como para aventurarme en páginas en blanco. Hasta que un buen día me lancé. En ese momento se produjo la alineación de los astros. Me reconcilié con el libro ése y poco tiempo después con el pololo. Kind of Magic.
Hoy pienso que debería retomarlo y conservar el romanticismo de escribir en papel. Reconozco que cuando en el 2004 abrí este blog, mis escrituras en el viejo estilo así como las manchas de tinta azul en la palma de mis manos se hicieron muy escasas.
Super bowl
Si la vida fuera un partido de Béisbol, mi equipo perdería. Y, si existiera, estaría en quinta división. Si fuera beisbolista estaría en la banca siempre, por mala. Es que hay veces en que los episodios de la vida se transforman en un constante Strike One, Strike Two, Strike Three. Así una y otra vez. Y no le pegas a la pelota.
Escribir en un diario es un proceso para uno mismo. Consciente o inconscientemente, es así. Escribimos esperando que nadie más que nosotros lo leerá. Pero a veces escribimos para un otro algo que este "otro" nunca sabrá. Y no siempre da igual que no lo lea.
Así, intenté escribirle un cuaderno a mi hermano antes de que naciera con la ilusión de pasárselo a los 18. De una manera extremadamente pedagógica traté de redactar una explicación de nuestra situación familiar. Por qué nunca vivimos con él, por qué su papá es un chuchasdesumadre -no, en verdad eso no, pero ganas no faltaron- y varias respuestas a preguntas que tal vez nunca haga pero que tenía que ayudarle a esclarecer. Nunca terminé ese librito y me da mucha vergüenza releerlo y una lata gigantesca hacer el más mínimo gesto técnico de retomar la escritura. Strike one.
Hace un par de años me gasté una croquera completa escribiendo cartas de amor y desamor que nunca mostré. Están en un sobre con todas las instrucciones necesarias para ser leídas. Aunque pensándolo bien preferiría que se quedaran ahí porque, ¿para qué tajear una cicatriz? *Eso fue como decir: la herida está cerrada, no vale la pena reabrirla a la fuerza. XD
Pero entra en la categoría: Strike two.
Creo que este blog es el perfecto tercer golpe fallido. Poca gente lo conoce, poca gente lo lee. Obviamente no me llamo Elisa y sí creo que por ahí hay más de un "otro" que podría leerlo desde sus inicios en el 2004 hasta hoy. No es imprescindible pero sin duda es una suerte de diario-sin cuentos, gracias a Dios- que recorre muy selectivamente los últimos 3 años de mi vida, de Santiago y la volada.
Strike Three,
You're out!!
E.

17 de julio de 2007

Explosión

Colapsorabiarechazorepulsiónenojopena...

una mezcla de todo cuanto me hace amarte ahora es como un vómito que no quiero tener

y te amo
pero me duele po!

me duele todo.

13 de julio de 2007

Escribir en el blog era para mí como rezar. Sólo me acordaba de hacerlo cuando me sentía pésimo o estaba en un problema.
Es egoísta, como casi todo en mí.
Escribir suponía entonces una catarsis, una purificación de los males y dolores. Nada nuevo, a fin de cuentas. Supongo que eso ha sido así por los siglos de los siglos. Amén.

Y hoy no hay diferencia alguna.
Hoy siento el nudo en la garganta un poco más apretado que la última vez.

Ya no tengo ganas de ver a mucha gente. Ya no veo a varios más. No tengo tema con las "amigas" de la U.

A veces quiero abandonar todo e irme a viajar por el mundo a caballo, cierto?
Porque "siempre he querido tener un caballo"...

No sé si quiero sufrir por ser una buena periodista, ni esforzarme por pisotear cabezas o la exclusiva o la mejor entrevista.

Hoy me siento derrotada. Y creo que se siente feo, porque es una derrota prematura, de ésas que uno no quiere mirar a la cara. Es una conmigo misma.

Hace tiempo que no sirve rezar. Y tampoco escribir.

Ya no creo.