16 de julio de 2009

Jugo cumpleañero

En un mes cumplo 24. Es el primero en el dpto nuevo. El primero de profesional. Es mi primer cumpleaños soltera...en 4 años. Si sigo podría encontrar miles de "primeros"... aunque me doy cuenta de que año a año son menos.

Me encanta estar de cumpleaños. Ir acumulando todo lo que ese sencillo cambio de número implica. Más que el día mismo del cumple -que me pone muy nerviosa-, es el hecho de ir viviendo año tras año, mirar hacia atrás y darse cuenta de todo lo que pasó, todas las experiencias, las pérdidas, lo aprendido, los cagazos. Las amigas casadas, los que siguen en la U, los que han vivido más, la pega, los viajes, las experiencias extremas y las que aún no llegan... Encontrarme por una vez con todos al mismo tiempo, es lindo. Con esos amigos que sólo aparecen para el cumple, los nuevos amigos, los viejos amigos y los amigos viejos (jijiji), los de siempre y los que van a estar siempre, las amiguis y Los Niños, los amigos de mis amigos que se hicieron mis amigos y los que están lejos, en países tan distintos, pero siempre con el corazón conmigo y el mío con ellos. Todos son mis hermanos. Y los amo.

9 de julio de 2009

Contradicción

Tal vez escribir los dos textos del 4 de julio implique una gran contradicción. En uno menciono que no necesito nada más para ser feliz, y en el siguiente parece evidente que me falta enamorarme y ser querida. Y, así, lo de “feliz” se va un poco al tacho. Pero lo cierto es que nada de lo escrito es excluyente. Entonces la contradicción no es tan… fuerte.

Pero hoy, me doy cuenta de que, más que nunca, no tengo idea qué es ser mujer. Qué es ser eso femenino que a los hombres les gusta tanto y yo temo-admiro-odio. Es una necesidad de diferenciarse de ellos para gustarles? ¿Y si les puedo gustar sin ser así y sólo siendo la Elisa* de siempre? Esa especie de mujer suave pero gruñona, adolorida -maldito reumatismo- pero valiente sin saberlo, y a ratos fuerte y dura. Divertida y juguetona, seria y tímida. Insegura y profundamente leal a sus grandes amores que son sus amigos. En búsqueda constante del equilibrio entre humanidad y naturaleza, admiradora de los animales y todo lo que nos hace animales…esa belleza de realmente ser animales y amar a los otros animales. Como una emoción inexplicable. ¿Podrá eso algún día llegar a ser más atractivo que salir un viernes por la noche con jeans, tacos, maquillada y con un perfume rico y una carterita fashion? ¿Seré algún día interesante por mi propia forma de ser mujer o tendré que disfrazarme, caracterizarme de ese prototipo de mujer para ser validada como tal? ¿Para ser femenina y evidenciar que tengo mucha progesterona en mí? No lo sé. Ojalá ese día llegue y me demuestre que mi manera de haberme transformado en algo más que una mujer post adolescente es bella y respetable. Y querible. Lo que realmente sé es que hay espacios que nunca cederé. Para seguir con el ejemplo anterior: de acuerdo, puede que para ir a la oficina haya que subirse a los tacos y tener las patas hechas bolsa en pro de verse “bien” y formal, según el canon. Pero fuera de ella, quiero siempre vestirme con mis zapatillas, salir de fiesta con pantalones negros, no muy apretados, zapatillas, parka estilo saco de dormir para capear el frío y un sencillo delineado negro en la parte baja del ojo, algo de rímel y una gota de perfume en la nuca -sino me mareo-. Alguna polera con un diseño o estampado entretenido, con alguna historia que contar detrás. Y reír con la boca abierta, a gritos, con ese Ja Ja Jáaaa, del que varios se han reído a su vez.

Ay, ya me fui por las ramas. El tema de la contradicción se me vino a la mente porque por fin me atreví a comenzar la lectura de El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir. Tremendo libro que incluye sus dos tomos en uno, en una edición de conmemoración de los 50 años de no-sé-qué. Lo tengo desde diciembre de 2006, lo compré en Argentina durante el viaje a Buenos Aires que hice con mi ex-ex y, al igual que La insoportable levedad del ser de Kundera (ya transformado en cliché de lectura profunda ashí de mi generación) no me atrevía a empezar a leerlo porque pensaba que no lo iba a entender. Pero es tan interesante y entretenido que estoy segura de que pronto lo terminaré. Aunque eso es ambicioso considerando que llevo sólo 50 páginas de 730.

Lo que quiero decir es que el rollo de la feminidad en realidad está impuesto por los hombres. Y, claro, por las mismas mujeres que sólo a través de ella se diferencian y transforman en mujeres, por comparación. O, más bien, por la aceptación al razonamiento de la negación que ellos impusieron para definir a las mujeres: una mujer no es un hombre. Entonces, todo lo que sea algo que no hace un hombre, es femenino. Este razonamiento bastante primitivo olvida verlo del modo contrario: definir a un hombre a partir de una mujer y sus características. Pero no, claro que no, si el hombre estuvo en el mundo antes que la mujer, basta recordar la historia de la costilla y una vez más volver a ver que desde siempre se ha aceptado que la mujer viene del hombre y siempre será definida porque es distinta al hombre y más aún, porque toma ideas que no le son propias sino que son del grupo de hombres que siempre ha dominado el rubro al que ella se esté refiriendo. Uf. Incluso la definición de la feminidad es un invento masculino que las mujeres hemos aceptado siempre. La huevada penca. Recuerdo que en segundo año de periodismo, uno de esos profes de la u que son mal vistos por los alumnos hijitos de papá de U privada por ser más jipi y no tener pinta de “profesor serio” (absurda consideración de alumno cuico y facho tirao a lana -pero lana de zara, obvio-), dijo que en sus principios, los hombres preferían que las mujeres ocuparan tacos porque así no podían correr. Y no me refiero a correr para escaparse (que tal vez también fue así), sino que negarle a alguien la posibilidad de correr es horrible… como negarle a alguien cantar, aunque no siempre se quiera cantar, aunque no siempre corramos, no poder hacerlo a priori es atroz. Pertenecer a este “segundo sexo” que siempre tiene que pelear por que su opinión valga y no sea ‘efecto de las hormonas y los días R’ como a muchos hombres -sino a todos- les encanta decir y refregarnos en la cara, sin recordar que ellos son una bolsa (o dos) llena y rebosante de testosterona que los lleva a ser brutos, torpes, territoriales, posesivos y egocéntricos reyes del mundo. Pero claro, eso está lejos de ser algo criticable y negativo. Porque seguramente la testosterona piensa y la fuerza física vale más que la opinión de una mina. Ser más débil físicamente u opinar diferente o, sencillamente, ser mina ya implica pensar con el útero y las pechugas hinchadas por las hormonas y entonces, no vale. Sí, es obvio: no estoy diciendo nada nuevo. Pero me encanta recordar que, aunque el mundo se encarga de ser hostil cada día conmigo (desde la isapre, mi sueldo, mi viejo, hasta muchas veces comentarios de tarados desubicados) ser mujer es lindo. Y ser hombre debe serlo también, pero estoy casi segura de que ninguno de ellos se detiene a pensar en eso. Que, finalmente, no queremos hembras ni machos alfa, ni minas ricas ni tipos exquisitos. Bueno, tal vez decir “no queremos” es muy amplio. Preciso, entonces: No quiero minas que sufren por ser minas, minas que se encasillan en el rol de mina y hombres deliciosos que son ego y nada más. Quiero normalidad, quizás es porque yo soy eso, porque exudo una grosera y obvia normalidad. Y sus contradicciones.


*Tal vez ya sea hora de revelar que no me llamo Elisa.

8 de julio de 2009

Esta semana viví dos primeras veces: una dentista pariente de Bjork tapó mi primera carie. Por primera vez renuncié al trabajo. A mi primer trabajo.

Es raro. Pero es bacán.

E.

PS: mi tapadura es color diente :D

4 de julio de 2009

Mujer

No entiendo por qué hay minas a las que se les da tan fácil ser minas. Actuar como minas, asumir el rol de mujer frente al macho alfa, ser señoritas conquistadas, pasivas, indecisas y full delicadas y rosadas. Como algo que viene predeterminado y que luego la sociedad aprovecha de ultramoldear para ser "mina", "lady". Es difícil asumir el rol tradicional de mina cuando la mayor parte de las veces se ha tenido un rol concebido como "masculino". Pero ya no más. Me aburrí.

Me aburrí de ser "hombrecito para mis cosas" como hace poco me piropeó mi viejo, pensando seguramente que con eso sí que la rompía. Me aburrí de ser más flaite que mis pololos, de ser más "ruda" que ellos y hacer todo yo. Ahora quiero ser mina. Ser cuidada y regaloneada. Y dejar que eso me pase. Porque el problema es que como me acostumbré a ir por lo que quería (ponía el ojo y la bala, en resumen) no tolero muy fácilmente que los hombres hagan eso conmigo. Eso que ahora quiero que pase, pero no sé cómo enfrentar.

Si viene un tipo y se manifiesta interesado, la primera reacción es "veamos qué pasa". Pero es probable que si está muy interesado, me vengan los monos y desaparezca. O que lo agarre pal hueveo pesado y me cargue porque lo voy a encontrar tonto. Porque me da terror ser una mina penca y no escogida. Porque siempre he escogido yo y no sé cómo es que a una la "eligen". Y no soy rosada.
Eso no me ha traído muy buenos resultados: finalmente termino agotada de pensar, de decidir qué se hace, cómo se hace y las cosas se invierten y de hombrecito paso a representar el más loser rol de una polola: el de la mina-mamá. Del TERROR.

Por eso, si lo racionalizo, sé que ahora quisiera ser escogida, querida y sí, aunque sea lo más cursi de la vida, ser demasiado especial y aceptada. Al ser siempre yo la que iba a "cazar", era él quien se sentía especial y yo una mina valehongo más. Penca.

Quiero ser mina, frágil y decirlo abiertamente sin vergüenza.
Tal vez eso es así. Pero ahora está tan escondido que ni yo lo encuentro. Entonces soy bacán, me río y tomo harta chela.

:(

E.

Me gusta esta canción, calza justo con el tema. Y es muy de mina, já.

la volá de la libertad

Para qué negarlo. Filosofar no es lo mío. Más bien una filosofía de cantina, de chela con los amigos y de pensar sobre todo en los rollos sincrónicos. Listo. Más dada al arte de la paja mental que a los contenidos filosóficos. De hecho, en el colegio me iba pésimo en ese ramo que, irónicamente, era al que más iba. Porque era interesante. Porque hablaban de grandes temas como la muerte, el amor y la libertad.

Según el profe, y según lo que recuerdo, la libertad como noción absoluta no existe. Suena tan obvio. Digamos, esa idea de "ser libre es hacer lo que uno quiere y pasarse por la raja al mundo porque soy libre, no comprometerse en ningún orden de cosas con nada o con nadie porque shoy libre ashí", no es tal. Es una percepción equivocada que, en ese entonces, compartía la gran mayoría de mis compañeros de curso. Yo no tenía idea qué diablos era la libertad, ni la vida, ni la muerte ni el amor así que me quedaba calladita, escuchando, y no opinaba. Me sentaba en segunda fila, abría mucho los ojos como si a través de ellos hubiera escuchado, y cerraba la boca.

Lo que conseguí aprender, creo, es que las personas nos movemos en realidades encuadradas ("encadrées") y que dentro de ese perímetro definido, somos libres. Bueno, también está el rollo de la condición humana y las limitaciones espacio temporales y la muerte que podrían empequeñecer la percepción grandiosa de la libertad pero, casi matemáticamente, "soit que" Asumamos que eso es así y sólo así, los márgenes siguen estando y nosotros permanecemos "libres" ahí dentro, en nuestro corral.

Ganar la famosa libertad, finalmente, radica en que mediante el respeto a estos "márgenes de libertad" que definen lo que no podemos hacer (leyes, reglas sociales, por ej) éstos mismos se amplíen.

Pero cuando me dijeron que mi libertad estaba encerrada, definida por márgenes muy claros, me vino el ahogo. Tenía 17 años y pensé que estaba cagada de por vida. Aunque tampoco estaba tan equivocada, en ese momento me lo tomé pésimo. Y me vino un taldo del estilo "hay que hacer todo lo posible por escaparse de la vida tradicional", cosa que en ese momento concebía como la pérdida total de la libertad. Ahí pensé en salir del cole y no meterme a la U, no casarme, no tener hijos y no comprar una casa. Taldo que me duró hasta, calculo, los primeros tres años de la U.

Pero cuando se asume que "libertad" no es andar corriendo en pelotas por la calle o pendejeando y se pierde el conflicto con eso, importan otras cosas. Por ejemplo, irme a vivir sola es un buen ejemplo de libertad y encadenamiento, encuadramiento.

Anoche varios de mis ex compañeros de la U me comentaron "así que te fuiste a vivir sola, yo también estoy pensando en hacerlo, estoy chato de mis viejos y de que me hueveen", los entendí... pero me di cuenta de que ellos no pensaron en que toda esa LIBERTAD que tengo, la estoy pagando. La pago con plata, sí, pero también con trabajo duro, con dedicación, con hacer aseo, con pagar las cuentas, con relacionarme con personas que no son mis familiares para resolver problemas o desencuentros, con un contrato de arriendo firmado... con el gásfiter, con lavar la loza, cocinar, ir al supermercado. Con una serie de deberes que ok, hoy son para mí algo demasiado valioso, pero son deberes que nadie más que yo puede adquirir. Son compromiso y mi pie encadenado. Pero durante éste, mi primer mes viviendo sola, sí que he vivido la libertad. Y no porque salgo o carreteo más (al contrario) sino porque puedo decidir. Sola. Y soy profundamente feliz.

OK, soy "libre". Hago y deshago a mi pinta, salgo y no le digo a nadie ni pido permiso y nadie me jode si llego ebria, si no llego o si llego a tomar desayuno y a dormir todo el día (cosa que era así porque mi madre es de esas mamás con extrema confianza en sus hijos. Hasta para mí era freak). Pero eso es un detalle tan mínimo de la prostituida libertad...que no entiendo por qué ellos no lo entienden.

También ejerzo la libertad cuando decido irme de mi trabajo. Síiiiiiiiiiiiiiiiii, me cambio de pega! :D La próxima semana salgo del averno y me voy a un nuevo lugar donde evidentemente los conflictos y relaciones serán totalmente nuevos y distintos pero, al menos, no tendré que lidiar con los problemas y enfermedades siquiátrico-peralísticos de mis jefes.

Y sin duda que mis márgenes de libertad se ampliarán también!: media hora más de almuerzo, la posibilidad de ir al doctor sin malas caras, mails no redireccionados... por ejemplo!

Una vez lo dije y hoy lo repito: No necesito nada más para ser feliz.

Gracias :D

Ahora quiero andar en bici. Pedaleando la libertad se siente rica.

E.