23 de enero de 2008

Cosa de plumíferos

Por esas cosas de la vida estuve en Pichidangui antes de ayer. Sola.
Me gusta estar sola en lugares nuevos. Pasear, conocer, comer, reírme -sola- con lo que veo y las tonteras que se pasean por mi mente sin restricción ni censura o deber ser intelectual. Fluyen las leseras y pensamientos inútiles. Es un recreo.
Siempre escribo -mentalmente- columnas sobre temas y relaciones que se me ocurren en el momento. Nunca llegan a concretarse.
Como tener pelos largos en el dedo gordo del pie y sobre lo divertidos que son los niños en la playa, las palabras que usan y cómo se entretienen. Sobre todo cuando son ajenos, digo.

Estuve caminando horas esperando el bus que me llevaría de regreso a Santiago.
Y no me hice amiga de nadie. Ni en la playa, ni al borde del mar. Tampoco en el bus.
En la caleta de pescadores, decenas de gaviotas que parecían miles por lo ruidosas, gordas y escurridizas, se movían buscando algún pedazo de pescado. Un corte, la piel, una cabeza cortada.
A otro lado del ring, los pelícanos. Más grandes pero inferiores en número. Y con otra estrategia.
La paciencia de los torpes pelícanos frente a la astucia de las gaviotas, gordas y con su cara manchada de sangre de pescado.
Los pelícanos con sus papadas colgantes son fieles entre ellos, las gaviotas son como zorros de mar. Pillas, rápidas, se roban la comida y se la quitan entre ellas. No tienen espíritu de grupo.

El periodismo está lleno de gaviotas, zorras y zorros. Poca solidaridad, rapidez en el hurto.

Quisiera ser como el pelícano que fiel a su naturaleza, es leal a la esencia de lo que concibo como vida.

Hay que comer, pero dejar que los otros coman. O, al menos, no matar a nadie.
Al final del día, no tener sangre en la cara.

Me encanta decir, contar, denunciar, atacar, comer, vivir... pero quiero disfrutar la vida. Despacito, tranqui: adhiero más a la postura pelicanezca de la vida.

Al final, todo se trata de un asunto de plumas.
El periodismo tiene plumas.
Y yo prefiero ser pelícano antes que buitre o gaviota. Vivir en paz antes que morir desplumado, o en un olla, ¡por gallina!

E.

3 comentarios:

MCH dijo...

Es cierto. El periodismo de hoy vive centrado en la teoría del "golpe" y a base de golpes (de cámaras, grabadores, retos de jefes, etc) los nuevos periodistas deben adaptarse al sistema. Por suerte siguen existiendo aquellas almas rebeldes provistas de buena pluma que apuntan a escribir verdaderas historias y no están preocupados de acechar al entrevistado, golpearlo con el micrófono y robarle una cuña.

Unknown dijo...

Hola. Recien me paseo por tu espacio, y me parece muy entretenido leerte.
No soy periodista pero creo que a lo que te refieres en este post, sucede en cualquier profesión. Es el mundo, es la gente, son los tiempos, no lo se.
¡¡Que bueno que aun exista gente que prefiere irse a dormir con la conciencia tranquila y en paz.!!!
Somos pocos... jejeje.

Saludos

Sandra

Elisa dijo...

El periodismo es una mierda.
pero es la carrera que escogí.
a veces creo que por puras contingencias que a los 17, 18 años son imposibles de visualizar con distancia y claridad. y hacer una elección más lúcida.

hoy, hago lo posible...
aunque a veces salga todo imposible!

abrazo Manu!
un beso Sandra

E.