20 de mayo de 2005

Pequeño manual empírico para expulsar las penas rápidamente. Eficacia (no) comprobada

Estoy tomando sola. Es martes en la tarde, mi trasero está instalado en un bar y mis ojos pegados a ese medio litro de cerveza. Hoy me sacaron sangre y siento que esa poción amarilla es el mejor consuelo para un día de ayuno. No sé bien qué hago acá, pero la lluvia de afuera es suficiente razón para no moverme más y dejar que el líquido frío se transforme de a poco en energía pura y calor. Porque claro, mucho piano y calidez habrá pero no venden ni té ni café.
Escucho a medias lo que cuenta un tipo canoso y sesentón. Su acento francés me divierte y pienso que si hubiera menos cerveza en mi vaso chelero ya me habría parado a conversarle y oui, oui c'est ca, monsieur. (Sorry pero la c cédille no está en mi teclado.)
La garzona de piernas gordas (que es morena, porque la de piernas flacas es rubia) me trajo un pocillo con algo muy parecido a una muestra gratis de maní. Recuerdo al dentista y sus advertencias y bueno, el hambre es más fuerte. Mastico con cuidado monjil para no acriminarme con ningún brackett y rumio los pequeños granitos de maní. En mi afán de parecer menos patética tomando sola, finjo que busco algo en mi mochila. Mis dedos bien entrenados por la perruna costumbre de novia obediente encuentran mi celular. Abandonado, hace días que no suena.
Llega Vadim. Se demora unos cuatro segundos en reconocerme, nos saludamos y se sienta. Saca un puñado de maní y quiebra el ritual de comerlos de a uno, saboreándolos y casi con amor sacarles la sal para poder masticarlos. No. Él los agarra y se los mete a la boca sin el más mínimo indicio de respeto. Explica que viene 'cagado de hambre'. No recuerdo qué me dice y llega la Andrea. De negro, como siempre. Bienvenida al club.
Nos cambiamos de mesa y llega JC con cara de de funeral: acaba de estar con su ex. Con cara de ansioso se despide pero informa que luego volverá. Entre tanto schop de medio y maní salado me dan las infaltables ganas locas de hacer pipí.
La ida al baño es siempre una aventura. Me fascina hurgar por todos los rincones intruseables pero el baño del Don Rodrigo es fome y ni pestillo tiene. Así que soy ultracuidadosa para que nadie me pille con las presas al aire, en caso de que alguna apurada o algún equivocado irrumpa en el sacro ritual del pipí de la tarde.
Me demoro, literalmente, todo lo que quiero anhelando que al volver a la mesa el escenario haya cambiado.
Y cambió. Había llegado el Pollo.
Sentados en lados opuestos de la mesa lo miro y me pregunto sin parar, ni querer dejar tranquila a mi cabeza, qué cresta pasa. Qué hace que nos sintamos a miles de kilómetros. La pauta empieza, la hora avanza, voy tres veces más al baño. No hablamos ni cruzamos más de dos miradas en toda la noche. Me reí , hablé y 'todo estaba bien'. Tomamos la micro y como todos los días el juego de hacerme notar un poco. O, al menos, informar que existo. Sigo riéndome.
Llegué a mi casa cansada. Agotada de tanta risa honesta pero sin sentido. Con el ánimo gastado y la dignidad deslavada. El dolor de cabeza era directamente proporcional a la cantidad de carcajadas que Little Copano me sacó esa noche.
Y para variar, en lo más profundo de la guata...la pena. Ni la lluvia, ni la cerveza, ni las risotadas fueron capaces de exiliarla. Miles de preguntas rebotaban en mi cabeza. Latían. Tuve que ir al baño, esas preguntas tenían que salir de alguna manera. Así lo hicieron.
En conclusión: el alcohol no anula los problemas, pero sí expulsa las interrogantes que tanto masacran la cabeza.

3 comentarios:

Sra. Chayo dijo...

Claro podriamos escribir en pro del vomito y cosas asi no?.... Mhmmmm... te quedo bueno, oye y tu porque no mandai esto al "disque editor" .. yo le hayo tema.. ajajjaajajjaa... oye y ese dia andaba de cafe! ciega!.. jajajaa te quiero oooooo!

Anónimo dijo...

Tengo una preguntita...el Don Rodrigo es algun homenaje a un paterno mamut, o simple coincidencia (tu sabes de literatura...puedo de verdad "me faire -falta voluntaria- la question"??
Te quiero, Io tb! Mamut

Elisa dijo...

El Don Rodrigo es una especie de piano bar chiquitísimo que queda a un costado del cerro Sta Lucía. Entre Rosal y Merced.Lamento decirlo, pero no tiene nada que ver con alusiones paternas, sorry...
Te quiero mucho, Besos
E.