23 de abril de 2007

:: Mentiras ::

No me considero una mujer particularmente mentirosa. Es cierto que a veces recurro a las archiconocidas mentiritas blancas -también llamadas piadosas-, cosa que me parece normal. Con el paso de los años me di cuenta de que las manejo casi casi a la perfección. Pero, a pesar de mi Master en mentiras blancas, son sólo eso. Inocentes omisiones.
¡Si hasta mi única infidelidad ha sido piadosa! ---> Y omitida, por supuesto.

Mentí a mi madre para ver a mi padre a escondidas. No es pecado. Pero sí un error.

En mis días poco sociables invento que veo mal para no tener que saludar a la gente de lejos. Me acerco y saludo o... no me acerco, "porque, ¡¡chuuuuuuuuuuuuuuuuuuta!! ¡no te vi!". Y asunto arreglado.

Pero cada día me cuesta más mentir. Yo creo que es porque a medida que vamos creciendo las mentiras son más heavies. Porque, creo, tienen que ver con lo que reprimimos. Cuando se nos sueltan las trenzas. Y yo estoy muy bien peinada.

Si quisiera mentir, pienso, tendría que hacer algo realmente "malo". Mentir es, entonces, el segundo paso. Me falta el primero: cometer el acto pecaminoso. Ashí. Y no es que no tenga ganas de hacer locuras. Pero a veces falta energía y sobre todo, valor. Sí, soy una mamona. Y cobarde.

Muchas veces siento que me falta pasarlo mejor. Ser más libre. Menos responsable, menos culposa.
No sé pasarlo bien. Reírme de buena gana. Sentir las cosas sin pensarlas.
No puedo mentir si no sé soltarme las trenzas.
Son casi 22 años de hacer todo lo que tengo que hacer. Ningún condoro, ningún "estar al lado del camino", ninguna pausa para descansar. Sólo pataletas a puertas cerradas y limpiarse la cara rápido que hay que seguir adelante. Show must go on, siempre. Pero ya no quiero más seguir adelante. No quiero hacer lo que tengo que hacer. Lo que es obligación.
No quiero salir de la U, casarme por la iglesia con un hueón al que tenga que servirle en bandeja en la cama sin que me diga gracias, tener un par de hijos odiosos que me hagan la vida imposible y, menos, trabajar como china para estar frustrada.

No quiero atarme a una vida que deteste y que me obligue a mentir, a engañar y a dañar a los demás. No quiero seguir el camino del 95% de la población del mundo, creo.
Tal vez el chiste no sea mentir, sino siempre decir-se- la verdad.
Pero es inevitable. Las potenciales mentiras están adentro. Las conozco bien porque sé qué piezas hay que mover para soltar lo que reprimo.

El dilema es saber qué es verdad y qué es mentira. Porque, si no vivo lo que quiero vivir y guardo lo que sí quisiera hacer, vivir y experimentar, ¿no será que estoy viviendo una mentira y guardando, camuflando, ignorando la verdad?

:(

E.

1 comentario:

Anónimo dijo...

a veces es mejor vivir de mentiras...
quizás así vives un poco mejor.