10 de abril de 2011

espacio para mí, dos


Me encanta entregar(te) mis fines de semana. Ir a tu casa donde "siempre estás invitada, puedes llegar cuando quieras".

Ni siquiera alcanzo a colapsar cuando estamos tanto rato juntos. Cada uno se sume en su propio tema: lectura, cocina, música y el aire libre, los bicharracos, animales y la observación de todo lo que se mueve afuera cuando nada se mueve adentro.

Pero ahora, sola en mi casa, estoy feliz. Saboreando el silencio sutilmente musicalizado con los ronquidos rítmicos y suaves de la Porota que descansa de sus correrías por la plaza. Los autos pasan y yo recuerdo el finde que ya prácticamente se fue. Las conversaciones, los abrazos y los gestos. Cada vez más ricos, más mirados, más...MÁS.

En fin, vuelvo acá.
Ya en casa, tenía miedo que el domingo que queda, fuera un extrañar sin límites. y no, está siendo una vuelta a mi momento, a mi casa, al silencio y a la vida interna.
Estoy en mi minidepto. Sin calefacción aún, sin grandes lujos ni espacios, pero es mi guarida, mi madriguera de luz anaranjada, sofá mantequilla y tulipanes morados. Fotos y un posible futuro.

Ten seguridad de que la noche al lado del fuego, escuchando música y viendo una peli ya vendrá.

Por ahora, con calma. Cada uno en su cuchitril.
Sabe bien esto que se parece al equilibrio.

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